martes, 5 de febrero de 2013


El pupitre parlante

Siempre en su lugar, al menos en la mayoría de las ocasiones.  Dispuesto a servir o a brindar apoyo a quien lo necesite, no importa si aquel tiene las mejores intenciones hacia él- usando de forma amable y adecuada- o si por el contrario únicamente lo utiliza con el objetivo de causarle algún daño.

Cuántas cosas nos podría contar un pupitre si tuviera la posibilidad de hablar durante un solo día, si pudiese expresarnos todo lo que ha oído, sentido o sufrido. Imposible para muchos de nosotros  creer que unos recuadros de madera atornillados a una estructura metálica rígida puedan tener algo para contar; sin embargo, nadie puede negar que un pupitre ha tenido que presenciar mil y una situaciones, alegrías y tristezas de quien hacen uso de él, buen trato o innumerables abusos.

Desde su nacimiento está destinado a servir en determinado lugar y de una forma específica, al llegar al lugar que va ser su hogar por un largo tiempo descubre que el paisaje no es muy alentador: cuatro paredes sin color, ventanas grandes y sin embargo poca ventilación, un tablero enorme colgado en una de las paredes y en el cual se hace presente un sinnúmero de manchas producidas por los marcadores usados día tras día; pero lo peor de todo, la presencia de un grupo de pupitres semejantes a él, donde la mayoría de ellos constituyen la evidencia del maltrato, el abuso, el descuido, y lo más frustrante, el paso del tiempo. Algunos están en condiciones aceptables, un rayón por aquí y otro rayón por allá,  aparentemente nada de importancia; otros por el contrario producen en el recién llegado una mezcla indefinible de sentimientos: nostalgia, tristeza, rabia, miedo, incertidumbre, duda. El aspecto de los anteriores es deplorable, rayados en muchas partes y no precisamente con mensajes positivos, desmembrados astilla por astilla, algunos con patas flojas, otros sin tornillos.

No obstante, tras esta primera y triste impresión que ha tenido el nuevo miembro acerca de su nuevo hogar y su nueva familia, hay algo particular; los demás no se sienten tristes o frustrados. A pesar de su deterioro existe algo que les permite continuar sirviendo fielmente, no es resignación puesto que se siente venir de ellos un cierto aroma de tranquilidad y alegría. Es el bienestar producido por el hecho de que a pesar del sacrificio asumido, se es parte de algo muy valioso: la búsqueda lenta pero progresiva de un horizonte cada vez mejor.

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