El pupitre parlante
Siempre
en su lugar, al menos en la mayoría de las ocasiones. Dispuesto a servir o a brindar apoyo a quien
lo necesite, no importa si aquel tiene las mejores intenciones hacia él- usando
de forma amable y adecuada- o si por el contrario únicamente lo utiliza con el
objetivo de causarle algún daño.
Cuántas
cosas nos podría contar un pupitre si tuviera la posibilidad de hablar durante
un solo día, si pudiese expresarnos todo lo que ha oído, sentido o sufrido.
Imposible para muchos de nosotros creer
que unos recuadros de madera atornillados a una estructura metálica rígida puedan
tener algo para contar; sin embargo, nadie puede negar que un pupitre ha tenido
que presenciar mil y una situaciones, alegrías y tristezas de quien hacen uso
de él, buen trato o innumerables abusos.
Desde
su nacimiento está destinado a servir en determinado lugar y de una forma
específica, al llegar al lugar que va ser su hogar por un largo tiempo descubre
que el paisaje no es muy alentador: cuatro paredes sin color, ventanas grandes
y sin embargo poca ventilación, un tablero enorme colgado en una de las paredes
y en el cual se hace presente un sinnúmero de manchas producidas por los
marcadores usados día tras día; pero lo peor de todo, la presencia de un grupo
de pupitres semejantes a él, donde la mayoría de ellos constituyen la evidencia
del maltrato, el abuso, el descuido, y lo más frustrante, el paso del tiempo.
Algunos están en condiciones aceptables, un rayón por aquí y otro rayón por
allá, aparentemente nada de importancia;
otros por el contrario producen en el recién llegado una mezcla indefinible de
sentimientos: nostalgia, tristeza, rabia, miedo, incertidumbre, duda. El
aspecto de los anteriores es deplorable, rayados en muchas partes y no
precisamente con mensajes positivos, desmembrados astilla por astilla, algunos
con patas flojas, otros sin tornillos.
No
obstante, tras esta primera y triste impresión que ha tenido el nuevo miembro
acerca de su nuevo hogar y su nueva familia, hay algo particular; los demás no
se sienten tristes o frustrados. A pesar de su deterioro existe algo que les
permite continuar sirviendo fielmente, no es resignación puesto que se siente
venir de ellos un cierto aroma de tranquilidad y alegría. Es el bienestar
producido por el hecho de que a pesar del sacrificio asumido, se es parte de
algo muy valioso: la búsqueda lenta pero progresiva de un horizonte cada vez
mejor.